La semana del 25 de
junio al 1 de julio del 2012 tuvo lugar, como suele ser habitual todos
los años por estas fechas, el Seminario de Traducción Húngaro-Español,
que se celebra en la Casa Húngara del Traductor, en la
pintoresca ciudad de Balatonfüred, a orillas del lago Balaton, el
también llamado mar húngaro. Durante ese tiempo varios traductores han
trabajado bajo la dirección de Adan Kovacsics, Premio Nacional de
Traducción en España y Austria, decano de la traducción de literatura
húngara al español junto con la fallecida Judit Xantus, primera
organizadora del Seminario. Este año han participado, además
de Adan Kovacsics, Márta Patak (la organizadora), Éva Cserhati, Veronika Major, Zita Máté, Mária Szijj y José Miguel González; lamentablemente por diversas
causas han faltado representantes del mundo editorial o de la crítica española y de la literatura húngara, que suelen ser invitados habituales en el Seminario. El escritor sobre el que habría girado el trabajo del IX Seminario, Lajos Grendel, un destacado autor húngaro de
Eslovaquia, finalmente no pudo asistir por motivos de salud, así que los traductores han
trabajado con fragmentos de obras de Pál Gyulai, autor clásico húngaro del siglo XIX,
Frigyes Karinthy, uno de los más destacados literatos húngaros de comienzos del siglo XX y con un poema de Lajos Kassák. Por cierto, mencionar que en mayo se celebró también un seminario similar, pero de traducción húngaro-catalán, y además, anualmente se celebran también seminarios en diversas lenguas (por ejemplo croata, checo, eslovaco, estonio, finés, holandés, ruso y otras).
La Villa Lipták o Casa Húngara del Traductor |
Vista del porche trasero de la casa |
La Casa Húngara del Traductor fue fundada en 1998 para fomentar la traducción de obras húngaras a otros idiomas, el contacto entre traductores, autores y críticos, y otros actos culturales. Está albergada en la Villa Lipták un bello edificio de arquitectura típica de la zona, construído a finales del siglo XIX. Desde los años cuarenta, gracias a la labor del escritor Gábor Lipták se convirtió en un salón literario y en centro de reunión de artistas, escritores e intelectuales en general.
Presentamos
aquí las traducciones, que han sido realizadas conjuntamente por todos
los participantes del Seminario, bajo la dirección de Adan Kovacsics.
Lajos Kassák (1887-1967): Destacado poeta, traductor, pintor e intelectual húngaro. Uno de las figuras más importantes de la vanguardia en Hungría. Miembro del Directorio de Escritores durante la Comuna. Fundador y redactor de importantes revistas como "A Tett" (El hecho), "Ma" (Hoy) o "Munka" (Trabajo), que extendieron el espíritu de la vanguardia y de la revolución.
Lajos Kassák. Fuente: Wikipedia |
LAJOS KASSÁK: “Contrastes” (Ellentétek)Salgo a mi paseo vespertino al pie del monte. Me guía una senda estrecha, apenas hollada. El disco de la luna manchado de sangre pende del cielo y el viento susurra en el silencio historias terribles. Sigo o no sigo, me pregunto, y me doy cuenta de lo abandonado que estoy. Allá se alza un árbol añoso, le hablo, no contesta. Por ahí un pájaro lanza en sueños un grito, no entiendo lo que dice.Al fin una casa. Querría llamar a la puerta, pero su alambrada no me deja acercarme.No insisto ni tengo miedo.Sigo en dirección contraria a mi casa. Sin embargo vuelvo a ella. Y me parece no haber estado en ninguna parte.A la hora de la cena escucho el Concerto Grosso en La menor de Vivaldi.
Pál Gyulai (1826-1909): Escritor y crítico literario húngaro, uno de los clásicos. Destacan especialmente sus críticas y la obra aquí presentada, "El último dueño de una casa solariega", que muestra la nobleza extravagante de mediados del siglo XIX.
Fuente: Wikipedia |
PÁL GYULAI: "El último dueño de una casa solariega"- 1857
(Egy régi udvarház utolsó gazdája)
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La casa solariega de Elek Radnóthy era famosa en todo el valle del Kisküküllő. De hecho no era una casa solariega, que es como llaman en Transilvania a las viviendas rurales de la pequeña nobleza y menos aun un palacio, nombre con el que se honra a las mansiones que los magnates construyeron a lo grande, nuevas o a partir de antiguos castillos. La de Radnóthy ocupaba un puesto entre las dos, al igual que su familia, que no pertenecía ni a los magnates ni a los notables, sino que era distinguida, es decir, según la moda transilvana, inferior a las vuecencias y superior a los usías.
La casa se alzaba en una loma alta. Desde allí dominaba la aldea que se extendía a sus pies, y proyectaba largas sombras mientras se contemplaba en el espejo del río en atardeceres soleados o en noches de luna. El gran rectángulo de una sola planta carecía de patio interior, y aunque en esto se diferenciaba de los palacios, tampoco se parecía a las casas solariegas corrientes, en tanto que lucía cuatro baluartes rematados por torretas; era tan alto que parecía de dos pisos, su amplio tejado se erguía con exuberante capricho, un enorme blasón ya ennegrecido en su fachada se burlaba de la centenaria juventud de los fresnos que custodiaban la vivienda, y el porche que sobresalía ofrecía una vista tan soberbia que el dueño podía imaginar como pertenecientes a su casa solariega los pueblecitos esparcidos a lo largo del valle.
El patio se extendía a su antojo. Arriba coincidía con la parte llana de la colina, bordeado por un huerto que llegaba hasta el mismo recodo del río. Al lado de la casa, casi pegada a ella, encontraba cobijo el edificio de la cocina, con su chimenea siempre humeante, el porche repleto de tarros de encurtidos y la puerta de listones, delante de la cual la llamada ama de gobierno o de llaves, supervisora, ayudante y, si era menester, sustituta de la cocinera, aparecía cada dos por tres, ora refunfuñando, ora despotricando como quien lleva sobre sus hombros toda la carga de la casa.
Allí se tumbaba o cazaba los huesos al vuelo el gran komondor, al que el supersticioso gañán había bautizado con el nombre de un río, Maros, para que no le diese la rabia. Allí colgaba de un pequeño armazón de madera una esquila que hacía de campana y que sonaba tres veces al día puntualmente: a las doce para los criados externos, a la una para los internos, y a las dos para los señores. Normalmente la tocaba Mányi la coja, una huerfanita tullida que cuidaba del corral, sobre todo de las ocas; disfrutaba tanto del sonido de la esquila que se habría pasado media hora tocándola si el ama de llaves no le hubiese gritado: “¿Por qué no te callas ya, renacuaja?”. Allí se presentaba todas las mañanas la dueña para mirar alrededor, sermonear, repartir trabajo a las siervas y limosna a los pobres. Allí se reunía por las noches a charlar la flor y nata de la servidumbre: la doncella, los criados, el alguacil, el cochero y el jardinero, hombre gallardo y petulante, muy bien considerado por la dueña de la casa.
Frigyes Karinthy (1887-1938): Escritor húngaro caracterizado sobre todo por su mirada irónica y humorística, como bien puede verse en este fragmento de uno de sus libros más delirantes, "Por favor, señor maestro". Además de esta obra destaca su "Viaje a Faremido" (Utazás Faremidóba), una especie de continuación de los viajes de Gulliver, "Así escribís" (Így írtok ti), donde satiriza con maestría el estilo literario de numerosos autores clásicos y de su época. En español está traducida una de sus obras más importantes, "Viaje en torno de mi cráneo" (Utazás a koponyám körül), donde describe los síntomas de su tumor cerebral, sus visiones, mareos y alucinaciones a consecuencia de su enfermedad, sin un ápice de autocompasión. Por cierto fue el creador de la teoría de los seis grados de separación.
Fuente: Wikipedia |
FRIGYES KARINTHY: "Dando clase a mi hijo" (Tanítom a kisfiamat)
Capítulo del libro "Por favor, señor maestro" (Tanár úr, kérem) - 1916
–Si nueve estufas queman doce metros cúbicos de leña en cinco días y medio, ¿en cuántos días quemarán doce estufas nueve metros cúbicos de leña?–Si nueve estufas...
Estoy sentado al escritorio leyendo un artículo. No puedo concentrarme. Desde el otro cuarto me llega por enésima vez la misma frase.
¿Qué diablos pasa con esa leña? A ver...
Gabi, encorvado sobre la mesa, mordisquea la pluma. Finjo haber entrado por otra razón y rebusco en la biblioteca con gesto solemne. Gabi me mira de soslayo, yo entrecierro los párpados como si estuviera enfrascado en mis asuntos y no me percatara de su presencia, mientras voy repitiendo obsesivamente para mis adentros: “Si nueve de leña... doce metros cúbicos … ¿cuántas estufas? ...” !Ay, caramba! ¿Cómo era?
Paso por delante de él con aire distraído, me detengo como si acabara de verlo.
–¿Qué, hijo, estudiando?
Gabi hace pucheros.
–Papá…–¿Qué?–Es que no lo entiendo.–¿No lo entiendo? Gabi, ¿cómo puedes decir eso? ¿No te lo han explicado en la escuela?–Pues sí, pero es que...
Carraspeo. Y sigo en tono seco y hostil:
–¿Qué es lo que no entiendes?
Gabi, ansioso y aliviado, se pone a hablar atropelladamente, como quien se ha librado de un gran peso.
–Mira papá, si nueve estufas queman doce metros cúbicos de leña en cinco días y medio...
Yo furioso:
–¡Que si patatín, que si patatán! No te precipites. Así es imposible reflexionar. A ver, concéntrate, repítelo con calma y lo vas a entender. Venga, déjame sitio.
Gabi, feliz, se apresura a apartarse. Él cree que yo no sé que acaba de delegarme alegremente todo el asunto –no lo sabe, claro, pues no recuerda la misma escena, cuando hace veinte y pico de años fui yo quien se apartó igual de feliz y aliviado, y mi padre se sentó junto a mí con la misma cara entre molesta y solemne como ahora yo. Y lo peor, para colmo –en este preciso instante caigo en la cuenta–, se trataba del mismo problema... Así es, no cabe la menor duda... La leña y la estufa. ¡Santo dios! Entonces a punto estuve de entenderlo, pero lo he olvidado...
Veinte y pico de años esfumados en la nada de un plumazo. A ver, ¿cómo era?
–Escucha, Gabi –le digo con calma–. No se piensa con la boca sino con la cabeza. ¿Qué es lo que no entiendes? Todo esto está tan claro como el agua. Lo entiende hasta uno de primero si presta un poco de atención. Escucha, hijo. Bueno, aquí pone que nueve estufas queman en cinco días y medio tal cantidad de leña. Ya está. ¿Se puede saber qué es lo que no entiendes?.–Hasta allí entiendo, papá... Lo que no acabo de entender es si la primera regla de tres es directa y la segunda inversa o la primera inversa y la segunda directa o si ambas son directas o ambas inversas.
Un escalofrío me recorre la piel de la cabeza donde nace el pelo. Qué disparates suelta este sobre la regla de tres. ¿Qué será esa maldita regla de tres? ¿Cómo averiguarlo aquí y ahora?
Le levanto la voz:
–Gabi, vuelves a precipitarte. Así no vas a entenderlo jamás. Se piensa con la boca, eh... Qué es eso de inversa y directa, y directa e inversa, que si patatín que si patatán, o la madre del cordero.
Gabi se echa a reir. Le grito:
–No te rías. Para eso te mando a la escuela, para eso me desvivo por tí... Esto pasa porque no prestas atención en la escuela... Pero si ni siquiera sabes... Ni siquiera sabes... (Le clavo la mirada atónito, como si una horrible sospecha se hubiera levantado en mi interior). ¿Será posible que no sepas siquiera lo que es la regla de tres?–Claro que sí, papá. La regla de tres... La regla de tres... La regla de tres es una relación de proporcionalidad en la que los términos externos se dividen... es decir, los términos medios se multiplican...
Me llevo las manos a la cabeza.
–¡Será posible!... Un muchacho de catorce años y no sabe lo que es la regla de tres.
Gabi vuelve a hacer pucheros.
–¿Y qué es?–¿Cómo que qué es? ¡Ya verás, bribón!... ¡¡Ahora mismo coges el libro y lo repites treinta veces!! ...Porque si no...
Gabi, cohibido, hojea el libro y empieza a recitar atropelladamente:
–La regla de tres es la cantidad cuyos términos medios se relacionan con otras dos cantidades, o sea... sí, papá, pero ¿cuáles son aquí los términos medios: el volumen de leña y el número de días, o el número de estufas y el volumen de leña?...
–¡Otra vez precipitándote! Trae acá ese libro.
Y entonces le digo en tono tremendamente serio:
–Vamos a ver, Gabi, no seas burro. Está tan claro como el agua. Ya verás lo fácil que es. Fíjate bien, aquí pone que nueve estufas queman tanta y tanta leña en tantos días. Por ende, si es tanta leña en nueve días, entonces es evidente, ¿no?, que en doce días no será tanta y tanta, sino...
–Sí, Papá, hasta aquí yo también llego, pero la regla de tres...
Me pongo furioso.
–No me interrumpas, así no lo entende... así no lo entenderás. Fíjate bien. Si en nueve días tanto y tanto, entonces en doce días se supone que tanto y tanto más. Mejor dicho, en realidad no será más porque no son nueve estufas sino doce, luego será tanto menos, o sea tanto más, como si fuera tanto menos como más... Ya que aquí la regla de tres... la regla de tres...
De pronto se me ilumina el cerebro. Como un rayo me llega el Gran Descubrimiento cuya difusa carencia lleva veinte y pico de años oculta en mi interior... Así es, ¡ahora me he dado cuenta!... No cabe la menor duda... En aquel momento... allí... Es evidente... sí, evidente: mi padre tampoco entendía este problema.
Miro a Gabi de soslayo. Mientras, abre con disimulo el libro de historia y, gozoso, echa una mirada de reojo a un viejo grabado en el que Pál Kinizsi zurra a dos turcos.
Le arreo una colleja bien sonora.
–¡Toma!... No voy a estar aquí perdiendo el tiempo contigo si no me haces ni caso.
Gabi llora a moco tendido como los dos turcos juntos.
Y yo, aliviado, me levanto de un salto y veo perfilarse a través de la niebla del pasado un rostro, el de mi padre, que me arrea una colleja bien sonora, feliz y aliviado, como diciendo: “¡Pásalo a tu hijo! ¡Yo estoy hasta las narices!”; y silbando, con las manos en los bolsillos, se encamina tan campante hacia la tumba, donde da completamente igual en cuántos días se queman nueve metros cúbicos de leña y sesenta o setenta años de vida.
Puerto de Balatonfüred |
Vista (aumentada) de la Abadia de Tihany desde Balatonfüred |
De Balatonfüred no dejo fotos, ya que esta encantadora ciudad se merece un artículo a parte.
:) Muchas, muchas gracias.. preciosa entrada, que estoy disfrutando.. la leeré y la releeré , como todo lo que pubicas!
ResponderEliminarMi punto débil: Adan Kovacsics y mi admiración hacia él.
Saludos
Este año ni siquiera hubo caseta húngara en la feria del libro del Madrid, una verdadera lástima. Menos mal a la página de LHO que va contando las novedades que se publican. Seguid traduciendo, aquí los lectores lo agradecemos.
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